La liebre avispada

En aquel paraje del bosque vivían un lobo, una libre , un zorro y un oso. Cada personaje de esta historia, tenía sus madrigueras marcando las cuatro esquinas del bosque, por el centro del cual corría un río. La liebre se sentía acosada por el zorro y por el lobo que constantemente trataban de cazarla para zampársela tan ricamente, mientras que el oso hacía caso omiso de tan insignificante personaje, como aquella liebre de grandes orejas y largos bigotes. Pero en cambio, el oso no podía ver ni en pintura al lobo y al zorro porque se habían burlado muchas veces de él y de su carácter perezoso e ingenuo. La liebre, estaba harta del zorro y del lobo que la hacían correr a la velocidad del rayo. Ya se estaba haciendo viejo para vivir tan angustiado, pero no estaba dispuesto ha dejar su madriguera y mucho menos dejarse comer por sus voraces vecinos. Así pues, muy alicaído, decidió sentarse para pensar en alguna idea que le pudiese solucionar su desgraciada situación. 

Después de transcurridas unas cuantas horas, sus orejas se enderezaron y en sus grandes ojos brilló la luz de una gran idea. La avispada liebre, esperó pacientemente el día que pudiese acercarse al lobo y al zorro sin que peligrase su orejuda cabeza. Un caluroso atardecer, vio al zorro y al lobo muy amodorrados y con sus barrigas muy hinchadas. Esta era la señal que esperaba. Seguro que se habían merendado muy buenas presas y aún estaban haciendo la digestión.

-Amigos lobo y zorro, me alegro de encontraros. Quiero haceros una proposición sobre mi humilde persona. -El zorro y el lobo lo miraron de tal forma que la liebre se puso a temblar Como veis, ya empiezo a estar viejo y cansado para las correrías a las que me tenéis sometido y comprendo que no tardaré en caer entre los colmillos de uno de vosotros… pero tengo mi dignidad -continuó la liebre atusándose los bigotes con seguridad, cuando en realidad estaba muy asustada- y quiero ser yo el que se ofrezca voluntariamente a serviros de comida. He pensado que podéis medir vuestras fuerzas en una apuesta y el que gane tendrá doble recompensa. Un buen cesto repleto de perdices y mi escaso y peludo cuerpo.

- ¡Jajajaja! Que tontería. Ganaré la apuesta sin apenas esforzarme, porque yo soy mucho más fuerte que tú ¡jajaja! amigo zorro.

- No sabes lo que dices, contestó el zorro. Hagamos la apuesta que nos propone la liebre y sabrás hasta donde llega mi fuerza, amigo lobo. Pero dime liebrecilla inmunda ¿de dónde vas a sacar un cesto con perdices ? -Y los ojos del zorro se achicaron amenazantes- No creo que deba revelarte el secreto, porque seguro que tu hermosa piel correría grave peligro… pero si te empeñas…

- ¡Basta ya de palabrerías! Exclamo el lobo con terrible furor ¡Sea pues la apuesta mañana mismo!

- Pues mañana mismo os pondré a prueba. 

La liebre escapó a todo correr, dejando a las dos contrincantes discutiendo acaloradamente quién de los dos ganaría la apuesta y sin perdida de tiempo se fue en busca del oso, al cual encontró rascándose el lomo en el tronco de un árbol y gruñendo de placer.

-¡Hola, amigo oso! Me alegro de encontrarte en tan agradable momento.

-Pues si, este tronco es estupendo para rascarme el lomo. Pero dime ¿qué te trae por aquí?
-Pues verás, ya estoy cansado de las hiervas y los tallos que estoy comiendo por la esquina del bosque donde vivo y he pensado, que si tu me lo permites, podría venir por tu paraje, de vez en cuando, pues he oído decir que todo lo que crece en tus posesiones son delicias para el paladar. Naturalmente estoy dispuesto a pagar tu favor, con la más deliciosa miel que jamás hayas probado. Me la regalaron mis amigas las abejas, pero ya sabes que a mí la miel no me gusta y sería una lástima que se echara a perder. Claro está, que tendrás que ser tú, quien acarree el cántaro, es muy grande y mis fuerzas no me permiten traerlo hasta aquí. Si te parece bien, mañana traeré una larga cuerda que te pasarás por tu cuerpo y yo ataré los dos cabos a las asas del cántaro. Cuando ya esté listo daré dos fuertes tirones para, que tú que comiences a tirar de ellos.

Al oso le pareció magnífico el trueque y así quedaron. A primera hora de la mañana se presentó la liebre en casa del oso.

-¡Buenos días! Aquí estoy con la cuerda como te dije, pásala por tu cuerpo y recuerda, en cuanto tenga el cántaro atado por las asas daré dos tirones. Comienza a estirar con tu poderosa fuerza y en poco tiempo te estarás relamiendo de gusto.

Corrió la libre a casa del lobo y le dijo que asiera el cabo de la cuerda y que en cuanto notase la señal comezará a tirar con todas sus fuerzas. Al zorro le dijo lo mismo que al lobo. La liebre, una vez bien dispuesta la cuerda entre sus tres vecinos, dio dos briosos tirones. Veloz se subió a una colina desde donde se retorcía de la risa, al ver a las tres fieras tirando de la soga. El oso iba arrastrando con sus forzudos brazos lo que él creía un cántaro con miel. Cual no sería su sorpresa cuando vio que eran el zorro y el lobo lo que había en los extremo de la cuerda. Lleno de rabia estalló en un rugido, enseñó sus colmillos y estiró sus garras como jamás lo hiciera. El lobo y el zorro echaron a correr a toda la velocidad que les permitieron sus patas, río a bajo y nunca más se supo de ellos. El oso por su parte, perezoso e ingenuo, no se tomó la molestia de pensar que todo el engaño lo había preparado la liebre, pero ésta que era muy lista y prudente se cuido mucho de pisar los parajes del oso y vivió el resto de sus días feliz y contenta.

2 comentarios:

  1. Hola Carmen: Fabulosa estrategia la de la liebre para librarse del zorro y el lobo. Y como a los osos aunque perzosos, les encantan la miel, pues se dejó engañar.
    Me ha encantado tu relato.
    Besos, Montserrat

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Montserrat por acercarte a mi blog. Me alegro que te haya gustado la fabula.La astucia puede más que la fuerza.
    Un abrazo de
    Carmen

    ResponderEliminar