El organillero

Con su organillo pintado de vivos colores, y un chimpancé más grande que el tamaño corriente en su especie, el organillero recorría los caminos.

En las aldeas y pueblos hacía parada y fonda y en la Plaza Mayor ofrecía su espectáculo.

Con mano ágil daba vueltas al manubrio del cual salían
alegres melodías y con la otra mano sujetaba al mono, que llevaba una larga y gruesa cuerda, atada a la argolla de hierro, que rodeaba su cuello.

Mientras sonaba la música el animal bailaba, tocaba palmas y daba volteretas y cabriolas, la risa del animal era contagiosa cuando mostraba sus blancos dientes a la vez que se rascaba la cabeza, los chiquillos lo imitaban y se retorcían de la risa y las personas mayores también se divertían de lo lindo.

Generalmente los aldeanos eran personas alegres y de buen corazón que solían ser generosos cuando el chimpancé, pasaba el sombrero de su amo, para que tiraran en él algunas monedas al final de la función.

Cuando el organillero sacaba buenos beneficios era, a su manera, algo afectuoso con su mono, pero si consideraba que el dinero recogido era escaso, la pobre bestia pagaba su mal humor y su rabia. Lo pateaba y le pegaba con un bastón, y otras veces lo azotaba con la cuerda que llevaba el animal atada a la argolla de su cuello. Era un hombre amargado, huraño y cruel. El chimpancé a pesar de ser grande y fuerte y de tener unas poderosas mandíbulas no se revolvía contra él , ya sabía hacia mucho tiempo que aquel hombre era su dueño absoluto.

Llegó el organillero a un pueblo muy próspero, pero conocido en toda la comarca por la mala fama que tenían sus habitantes de tacaños, no obstante y como de costumbre, el hombre, en la Plaza Mayor comenzó su espectáculo.
La gente allí apiñada se lo estaba pasando en grande con la música, los saltos, brincos, piruetas, chillidos y muecas que realizaba el animalote al compás de las alegres notas que brotaban cantarínas del organillo.

Al terminar la representación el mono cogió el sombrero de su amo y lo pasó por el público, que haciendo caso omiso del significativo gesto, se retiró silencioso sin dejar un mísero céntimo en el fieltro que el animal extendía con su peludo brazo.

La mirada del chimpancé cuando volvió junto a su amo con el sombrero vacío, era de tristeza y temor. Sabía lo que le esperaba, y así fue. Se desató la ira del hombre que empezó a pegarle con la soga y ha asestarle tremendas patadas con sus duras botas. Le insultaba y le echaba la culpa de su mala suerte.

El animal se hizo un ovillo y se protegió la cabeza con sus fuertes brazos y sus enormes manazas. El amo seguía y seguía empecinado en su cólera ciega... De pronto se hizo el silencio... La cuerda se aflojó... El mono sorprendido por la súbita calma, despacio, entreabrió los dedos de sus grandes manos, y miró con sus vivos e inteligentes ojillos. Tendido en el suelo con una mueca de dolor en el semblante, como un muñeco roto, estaba su verdugo. Se acercó la bestia. Lo contempló unos instantes... lo zarandeó con cautela... lo olió y salió disparado a cuatro patas arrastrando la gruesa cuerda y dando tales alaridos, que harían pensar que corría enloquecido hacia la libertad.

El cuerpo del organillero quedó yaciendo en el duro pavimento... Por un exceso de ira también se puede partir el corazón.

***

Un alboroto de voces rompió el silencio sepulcral de la plaza. Al poco tiempo apareció, el simio, seguido por los lugareños. Los guiaba hasta donde estaba postrado y moribundo su amo.

3 comentarios:

  1. Gracias Carmen por ofrecernos este cuento que sin duda lleva una buena moraleja. Cuando nos acostumbramos a ser esclavos, muchos no saben asumir su libertad.
    Te dejo un beso de ternura.

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    1. Es una buena reflexión la que has dejado de la lectura de mi cuento, da para mucho en que razonar...
      Muchas gracias, Cecilia, por tu pronta visita a mi blog y por hacerte miembro de él.
      Te mando un cariñoso abrazo. Carmen

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    2. Es una buena reflexión la que has dejado de la lectura de mi cuento, da para mucho en que razonar...
      Muchas gracias, Cecilia, por tu pronta visita a mi blog y por hacerte miembro de él.
      Te mando un cariñoso abrazo. Carmen

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