La perrita Regalá

La señora Dolores, caminaba una tarde, de regreso hacia su casa, ayudando a sus pasos con un bastón, cuando al doblar una esquina, vio a unos chicotes, dando patadas a un perrillo, que chillaba de dolor. La señora Dolores, ni corta ni perezosa, alzó la voz y levantando su bastón cargó contra ellos.

-¡Sereís sinvergüenzas! ¡Ya estaís marchando u os atizo garrotazo!
-A los chicos les cogió tan de sorpresa la reacción de la anciana, que salieron corriendo y voceando.
-¡Ahí te la quedas, vieja, pa ti toda, no la queremos ni regalá.

La señora Dolores, recogió al cachorrillo y lo llevo al veterinario, y resultó que no era un perro, era una perrita que no llegaba al año. Allí mismo, la buena mujer decidió el nombre que le iba a poner. Desde ahora te llamas Regalá.

A la señora Dolores se la veía muy feliz paseando por el parque con su Regalá; durante sus paseos ya no utilizaba el bastón, le bastaba con llevar la correa de su perrita y la cachorrita se ajustaba a los cortos y vacilantes pasos de su dueña. Muchas mañanas, la mujer, se sentaba a tomar una naranjada en la terracita de algún bar cercano a su casa. Regalá, se echaba a sus pies y se dormía con el calorcillo del sol.

La señora Dolores, y la perrita Regalá se hicieron muy populares en el barrio, todo el vecindario conocía la historia de como el animalito había llegado a la vida de la vieja Dolores.

Un mal día (en apariencia igual de luminoso y tranquilo que cualquier otro) mientras Regalá dormitaba a los pies de su ama, y esta esperaba su acostumbrado refresco, la señora Dolores, repentinamente, soltó un fuerte suspiro y se quedó muerta. La perra, como impulsada por un resorte, plantó sus patas delanteras en la falda de dueña y comenzó a ladrar como si se hubiese vuelto loca. Acudió la camarera y se arremolinó la gente. Alguien llamo a una ambulancia y se llevaron el cadáver de la mujer. Regalá seguía ladrando desesperada y las personas que se habían reunido en el suceso no sabían que hacer con ella. Al fin, una de las vecinas, aseguró que la anciana tenía un hijo… podrían llevarle a la perra y que él se la quedase.

Lina, una chica del barrio que charlaba con frecuencia con la señora y que acariciaba siempre a la perrita, dijo que ella se haría cargo del animalito hasta que supiera la dirección del hijo de la señora Dolores.

Pasados unos días, dio con la casa del hijo de la muerta y le llevó a Regalá. Abrió la puerta un hombre hosco. A la muchacha no le hizo mucha gracia dejarle a la perrita, pero como él la aceptó, no le quedó más remedio que entregársela.

Al llegar un día a su casa, Lina, se encontró a la cachorrita en el rellano de su piso, sujeta por la correa al pomo de su puerta.

Lina, adopto para siempre a Regalá, pero ya hace mucho tiempo que la perra dejó de llamarse así. Su joven dueña, le puso por nombre, Lola, en recuerdo de la señora Dolores.

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