Descansó en
el alero de un tejado muy próximo a donde quedara su jaula, allí,
tomando aliento y mirándola a la vez, decidió no volver. Corto
había sido su vuelo, pero lo suficiente, para no desear enjaular su
recién nacida libertad y quiso subir hasta el cielo para posarse en
una nube. Voló y voló, subiendo y bajando sus, pequeños, alerones
con todas sus fuerzas, pero no alcanzaba la nube que, cada vez,
parecía más distante. Repentinamente se percató de que sus alas
estaban lacias y que se iba a precipitar inevitablemente contra el
suelo. Tuvo un último y feliz pensamiento antes de quedar rota en el
asfalto: "me han valido
mucho más, estos momentos de divina libertad, que todos los años
que he vivido presa en aquella hermosa jaula dorada".
Original de Carmen Úbeda Ferrer
Corto pero muy bueno, como todos los tuyos.
ResponderEliminarJosé Mª
Gracias por tu comentario, Javier.
EliminarUn saludo e Carmen.
La libertad se añora y valora cuando no se tiene.
ResponderEliminarLa libertad, yo diría que es más importante inclusive que el amor, una cosa conlleva la otra, amigo Marco.
EliminarTe agradezco mucho tu visita a mi blog y que te hayas apuntado a ser participe de él.
Carmen.