El jardín colgante




Había una vez un palacio tan hermoso que parecía de cuento de hadas.
Estaba situado en un país donde siempre hacía un calor sofocante, por lo cual, sus altas cúpulas plateadas parecían llamear en cuanto salía el sol.
El Rey y la Reina tenían una hija muy caprichosa e indolente. Era muy hermosa, pero su carácter intransigente, convertía en una mueca su sonrisa y su mirada era punzante como el acero, cuando no se cumplían sus deseos al instante.
Los reyes estaban desesperados porque no encontraban esposo para la princesa.
Al principio de ser casadera había muchos Señores de los castillos y palacios vecinos que pretendían su mano, pues a pesar de su mal carácter era bellísima, pero según iba pasando el tiempo, su gentil talle, que ceñía con cinturones de perlas y piedras preciosas, comenzó a redondearse pues se negaba ha hacer cualquier esfuerzo. Tenía un forzudo esclavo del que disponía exclusivamente, para que la llevase en brazos a cualquiera de las dependencias del palacio y así no tener que subir o bajar las angostas y empinadas escaleras de caracol.
Las damas de la corte la bañaban con aguas perfumadas, los vestidos que le ponían eran de ricas y frescas telas bordadas de plata y oro y en su cabeza lucía siempre una corona de diamantes gordos como garbanzos y unos rubís mas rojos que la sangre, ya que eran sus gemas favoritas.
Pasaba las horas tumbada en enorme lecho cubierto de rico dosel, pero sin doncel, circunstancia que a sus padres les desagradaba, pues le hubiese gustado mucho que estuviera acompañada por un esposo Real.
Mordisqueando indolentemente, frutas, dulces, y todo tipo de manjares su peso aumentaba y su figura se redondeaba por días, tanto, que la reina, su madre, mandó que se le confeccionaran trajes nuevos con telas mas oscuras, para que pareciese mas delgada, pues se enfurecía mucho al verse tan inflada.
Las ropas y los cinturones necesitaron mas centímetros de telas, por tanto también se necesitaron mas perlas, mas oro, mas plata y mas joyas y el reino se empobrecía con tantos gastos.
La princesa, entre tanto, se aburría soberanamente, como correspondía a su linaje, pero su aburrimiento no era corriente, era superlativo.
Pidió más damas, más criados, y nuevos bufones y arlequines que la entretuviesen con juegos de malabares y ocurrentes y novedosas bufonadas. Exigió que tanto arlequines como bufones, llevasen en sus gorros y en sus tobillos cascabeles de oro porque su sonido le proporcionaba placer a sus delicados oídos.
Entre tanto acudieron al palacio nuevos pretendientes, a los cuales no les había llegado, desde hacía mucho tiempo, noticias de la princesa y la creían hermosa fresca y lozana como una rosa.
Así pues, al conocerla, quedaban tan desencantados, que dando mil excusas y haciendo otras tantas reverencias, se marchaban despavoridos a sus países para no volver nunca jamás.
La reina se deshacía en lagrimas, pues aunque quería mucho a su hija, también era cierto que deseaba ardientemente que se casase y fuese muy feliz ( eso es lo que siempre desean las madres ) y porque también deseaba, secretamente, tranquilidad y sosiego para ella y su esposo el Rey.
¡ Blancos tenían ya los cabellos de soportar tantas rabietas, pataletas y caprichos de su voluntariosa hija !
Un día amaneció la princesa con otro extravagante capricho. Pidió su su padre que le construyeran un jardín colgante en sus habitaciones, porque quería acceder a él sin molestia alguna. Lo exigía con el aroma de mil rosales y hermosos árboles frutales y una fuente por la que corriese el agua muy fría que refrescase el ambiente.
-. ¡ De ninguna de las maneras ! ,Dijo el Rey, no voy a mandar construir un jardín en tus dependencias, hija mía, podría ser peligroso a causa de las humedades que de él se desprenderían. Por otra parte tendría que llamar a un arquitecto y a un jardinero. Todo ello con llevaría un gran dispendio de monedas de oro y las arcas del reino ya están medio vacías.-
La princesa lloró y pataleó ( en estas pataletas no escatimaba ni energía ni aspavientos ) sabía que su padre cedería para no volverse loco.
.- Padre mío, (dijo la princesa ya mas calmada, y tomando una aptitud mas sumisa ) si no quereís que vuestra hija amantisima muera de tristeza, ordenar hacer ese jardín perfumado de rosas y con unos frutales mas dulces que el almíbar. Por otra parte necesito respirar aire más fresco, que me falta el aliento.
.- Pero hija queridisima, dijo el Rey, ya te he dicho que el jardín es un capricho muy caro y muy expuesto. Además ¿ De dónde sacaría el dinero para pagarlo ?
.- ¡ Oh padre !, le respondió la princesa endulzando la voz y acariciando la blanca barba de su progenitor, nada mas fácil para vos. Aumentar los impuestos. No es la primera vez que lo haceis, y si el pueblo protesta.. ¡Usad la espada ! .- Y esto último lo dijo con tal vehemencia que el Rey tembló de la cabeza a los pies.
El soberano consultó con su esposa la Reina, que lloraba desconsolada viendo que su hija se iba haciendo más perversa, pero como no se atrevían ha contradecirla, decidieron complacerla una vez mas.
Se mandó llamar a palacio al mejor arquitecto y a el más entendido de los jardineros y los dos se pusieron de acuerdo para que el jardín colgante fuera una realidad lo mas pronto posible.
Al cabo de un año, el jardín ya estaba terminado con hermosas rosaledas de todos los colores y suaves perfumes. Una fuente en medio del jardín con cascadas de frescas y cristalinas aguas. Árboles frutales: la morera y la higuera que daban los frutos mas dulces que la miel y un manzano con jugosas manzanas mas rojas y tentadoras que las de Adán.
Se dispusieron unos bancos de piedra blanca para descansar; uno aquí y otro allá a muy corta distancia, para que pudiese sentarse durante sus paseos, ya sabemos que la princesa era muy comodona y perezosa.
La princesa ya estaba contenta, ya había conseguido su capricho pero... El arquitecto y el jardinero, cada uno de ellos le habían impuesto una condición, y eso la fastidiaba mucho pues siempre tenía que hacer su voluntad y salirse con la suya.
El arquitecto le dijo que no paseasen por el jardín más de tres personas a la vez, no fuera ha hundirse con el peso.
El jardinero le dijo que solo se debía regar el jardín una vez a la semana y sin encharcarlo demasiado. Había que tener precaución con las humedades, pues podía desmoronarse.
Al principio acepto las condiciones, pero poco a poco fue aumentando su séquito de damas y criados en sus paseos, porque se le hacían sumamente tediosos.
Como hacía mucho calor, ordenó que se regase con mas frecuencia y con abundante agua porque así se refrescaban las noches que de calurosas faltaba el aire en sus aposentos, y se olvidó por completo de las condiciones que le habían impuesto.
Con el paso de los días terminó pensando que el arquitecto y el jardinero, solo habían pretendido contradecirla y asustarla; así es que decidió dar una fiesta en su hermoso jardín. Sería la envidia de todos los reinos vecinos y también de la corte que a buen seguro la criticaban constantemente.
Fueron invitados todos los príncipes y reyes casaderos, que acudieron a la fiesta por cortesía, y por no poner a sus respectivos países en desavenencias políticas, ya que el mal carácter y al fealdad de la princesa era conocida por todos.
Cuando terminó la fiesta, hubo felicitaciones por parte de los asistentes, que habían disfrutado mucho en aquel refrescante y perfumado jardín. Su belleza (la del jardín, claro) fue muy comentada, no así la de la princesa, en la que todos los invitados, como de común acuerdo, guardaron discreto silencio.
Cuando se quedó sola decidió dar un último paseo por el jardín y al rededor de la fuente, aspirar el aroma de las flores y luego retirarse a dormir en su enorme lecho con rico dosel pero... sin doncel.
Sin mas empezó a reír a grandes carcajadas. Comenzó a girar y girar sobre si misma. Sus flácidas y grasientas carnes temblaban y su risa era cada vez mas enloquecida.
De pronto se paró, respiró fatigosamente por el esfuerzo y con voz enronquecida sentenció.- ¡ Tengo una ejecución pendiente! Mañana mismo mandaré que le corten la cabeza a ese par de aguafies....-
Aún no había concluido la frase cuando con gran estruendo se abrió un enorme boquete en el suelo y se hundieron para siempre en lo mas profundo del abismo la malvada princesa y su jardín colgante.
Fin

Olite ( Navarra ) 19- Julio- 2010

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