La reliquia del Templario

Damián y sus amigos, todos ellos, mozos juerguistas, pendencieros y bravucones, decidieron hacer una apuesta para la noche de las ánimas. Cual de todos ellos sería capaz de bajar a la cripta del desmembrado castillo de Los Templarios, donde se decía se conservaba el brazo y la mano incorruptos de un santo templario que lucho con denuedo y enorme valor en las cruzadas cristianas del siglo XII.
Los seis amigos decidieron, primeramente, visitar la susodicha cripta para asegurarse que allí se encontraba la reliquia.
El día que decidieron hacer la visita el decrepito castillo estaba muy nublado y amenazaba tormenta, pero ninguno de ellos dijo que lo dejaran para otro momento porque no querían ser tachados de cobardes.
Empezaron ha descender los altos y rotos escalones de la sinuosa escalera, alumbrándose con sus linternas, que les conducía al subterráneo. Llegaron al final donde atravesaron un arco de medio punto y se encontraron en un enorme espacio, en medio del cual estaba la sepultura del Templario. Se aproximaron y alumbraron la tumba de blanco marmóreo, en la cual estaba tallada la figura yacente, del formidable guerrero que sujetaba con la mano derecha su espada y la izquierda reposaba encima de su corazón. A las tenues luces de las linternas la efigie se desdibujaba confusamente rodeada de un halo de luz espectral y terrorífico.
Ninguno de los muchachos osaba respirar temiendo que un soplo diese vida al temible Templario que reposaba hacía siglos en aquel recinto lóbrego y misterioso.
Siguieron en silencio alumbrando los rincones, y con los ojos ya mas acostumbrados a la penumbra , observaron un altar y encima de la mesa una vitrina de cristal. Dentro se encontraban el brazo y la mano enguantada del Cruzado.
El estrépito de un trueno hizo retumbar la bóveda. Todos se precipitaron hacía la escalera, subiendo los escalones atropelladamente, jadeantes, sin resuello. Salieron al exterior tropezando unos con otros... Por suerte una refrescante y copiosa lluvia los aguardaba para volverlos a la realidad.
Empapados hasta los huesos se miraban sin decir palabra. Damián rompió el embarazoso silencio. Les aseguró a sus amigos que él, solo se había contagiado del pánico general pero que no tenía ningún miedo, de modo que sería el que bajara hasta la cripta, solo, puntualizó, y les prometía entregarles el brazo y la mano del Templario.
Sus compañeros trataron de disuadirlo para que no cometiese tan gran insensatez y locura; pero Damián no desistió de su descabellada idea.
La noche de Todos lo Santos ( o de Las Ánimas ) se presentó apacible estrellada y con luna llena. Todo estaba tranquilo, nada presagiaba malos augurios .
Damián dejó a sus amigos asegurándoles que no tardaría nada en volver.
Provisto de su linterna y un grueso martillo con el que pensaba hacer añicos la urna, el joven comenzó ha bajar la angosta escalera.
Por momentos le parecía que sus piernas le pesaban cada vez mas. Los escalones agrandaban sus distancias y que una fuerza invisible no le dejaba bajar con facilidad. Miró hacia arriba. No se veía ni oía nada. Siguió bajando. Sentía opresión en la garganta. Su respiración se entrecortaba. Aprensiones suyas sin duda, pensó. .- ¡ Ah ! ¡ Por fin ! ¡El arco de entrada ! .- Sigilosamente lo atravesó como si alguien lo espiase. Trató de relajarse. .- ¡Va ! paparruchas y cuentos de niños. Este ( dijo mirando a la tumba ) está muerto y bien muerto .-
Fue hasta la urna y levantando el martillo con las dos manos, con todas sus fuerzas, asestó un tremendo golpe al cristal que se partió en mil pedazos.
Resonó un grito de terror en la cripta que salió al exterior horrorizando a sus compinches, pero estos, sobreponiéndose al sobresalto corrieron escaleras abajo llamando a Damián. Al entra en la bóveda, algo cegados por la obscuridad y poco alumbrados por las escasas luces de las linternas no veían a penas nada, pero al ir avanzando sus pupilas se fueron amoldado a la escasa luz... Se quedaron espantados y mudos por el pánico.
Damian estaba suspendido en el aire con las piernas colgando como un pelele. La mano del Templario atenazaba su garganta, tenía la lengua fuera y los ojos ensangrentados.
Damián estaba muerto.

Fin.

6 comentarios:

  1. Vuela la imaginaciòn, el suspenso!! Continùa volando por los rincones , buscando magia!!

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  2. Gracias, seguiré por ese camino que me proporciona tanta ilusión .

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  3. El final era predecible, pero lo cuentas con una fluidez exquisita.
    Acabo de comprobar que estaba en una página de mi esposa "Mari", por lo que mis comentarios anteriores llevan su referencia. Cariñosos saludos. Marcos.

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  4. Gracias, Marco, por tu nueva visita. Si, el final era predecible.
    Saludos amistosos de
    Carmen.

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  5. Estimada Carmen:
    Gracias a este relato, he vuelto a escribir. Te lo agradezco mucho. Sigue escribiendo y que fluya la imaginación.
    Javi

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  6. ¡ Hola, querido amigo ! me hace feliz que mi sencillo cuento te haya servido para retomar la escritura. que fluya también tu imaginación en tus escritos.
    Saluditos de

    Carmen

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