El viejo árbol

Esto era una vez un bosque maravilloso de hadas, mariposas y flores. Este paraje tan bonito estaba amenazado por una bruja feísima que era más flacucha que su escoba y más verde que la envidia.

La malvada bruja había lanzado un maleficio a la Reina de las hadas (porque esta era hermosa y buena y además gobernaba el bosque más fantástico que pueda haber en los cuentos ) y por estos envidiosos motivos, la había convertido en un peludo y espantoso zángano que no querían ni las abejas en su panal, y el verdor del bosque se volvió negro como el carbón.

La pobre reina lloraba y lloraba sin parar, posada en la seca rama de un viejo árbol que sintió pena de ella y le dio cobijo.

Una pequeña hada de ligeras y sedosas alas llamada Valentina, iba todos los días hasta el árbol viejo y se sentaba entre sus retorcidas raíces durante mucho tiempo para hacerle compañía a su soberana. La pobrecilla se ponía como una sopa con la lluvia de las lágrimas que esta derramaba, pero no le importaba, amaba mucho a su reina y sabía que su lealtad hacía que no se encontrase tan sola.

Un día habló el viejo árbol a la reina de las hadas. - Comprendo vuestro llanto majestad, pero guardarlo para mejor ocasión que os hará falta. Escuchad. Me he enterado por el pajarillo petirrojo, que es pájaro muy viajero, como podremos deshacer tan terrible encantamiento. Petirrojo ha oído, por aquí y por allá, que el fuego todo lo purifica y que el agua pura de unas lágrimas justas, pueden acabar para siempre con la bruja y sus hechizos. En fin, yo ya soy muy viejo, tanto que me queda muy poca savia en mi tronco; está tan seco que ya no sirvo para dar hojas, flores o frutos, pero deseo ser útil hasta el final de mi leñosa vida. Así pues he trazado un plan que realizaremos los tres. Vos, Valentina y yo, vuestro más humilde servidor, con la ayuda de los habitantes del bosque.

Veamos ( continuó el árbol ) hada Valentina, tú te encargarás de que todas las hadas del reino vengan hasta este lugar y traigan todas las telas que puedan encontrar. Cuanto más grandes mejor. Necesitaremos, también, unas resistentes y largas cuerdas y varios fósforos.-

Valentina voló con sus pequeñas alas tan rápida como pudo para cumplir estos encargos, estaba deseosa de recuperar a su reina.

Llegaron todas las hadas y también los duendecillos, con mucho alboroto de alegría porque iban a salvar a su majestad la Reina de las Hadas. Traían muchas telas, cuerdas largas y gruesas y cajitas con fósforos.

-Extender las telas en el suelo ante mi, dijo el viejo árbol, a continuación sujetar mi tronco con las cuerdas y tirar de ellas con mucha fuerza. De esta manera me derribareis sobre las telas y así me arrastrareis sin hacer ruido hasta el escondrijo donde vive la bruja, lo más cerca posible de su choza. Allí me quemareis y conmigo se quemarán la malvada y todos sus crueles hechizos.Una vez hecho ésto, vuestras lágrimas, majestad, apagarán el incendio para que no se propague por el bosque y entonces recobrareis vuestra hermosa apariencia y el bosque negro su verde esplendor.

-¡ No, no ( protestó la reina ) de ninguna manera consentiré que hagas semejante sacrificio, por mi ! 

-Aceptar esta ofrenda en agradecimiento de los muchos años que he vivido en este hermoso bosque, del cual sois soberana, justa y bondadosa. Para mi será un gran honor y una muerte muy digna. -

Y así se hizo y todo sucedió como estaba previsto.

Desde entonces, en el lugar donde fue derribado, como en el que fue sacrificado, el viejo árbol, siempre crecieron las más preciosas flores.