Aquella
mañana, la joven, decidió llamar por teléfono al bufete de abogado
de su padre. Tenía gran curiosidad por oír la voz de la secretaria,
una tal Bienvenida, de la que decían se entendía con él. Marcó el
número, transcurrieron unos segundo y escuchó al otro lado del
hilo:
-
Buenos días, despacho de Don Manuel Crespo, dígame.
Ciertamente
el timbre de voz de la secretaria era tan vulgar y desprovisto de
encanto, como la imagen que se había formado de ella a través de
los comentarios escuchados al vuelo.
Mujer
de mediana edad, alta y lisa por delante y por detrás como cortada
por un par de afilados hachazos. ¿ Qué podía encontrar su padre de
atractivo en ella ?
-
Buenos días, devolvió el saludo, pongame con Don Manuel, por favor
.-
-
Don Manuel está muy ocupado en este momento, no obstante, dígame
quién es usted y que desea y le pasaré el recado
-
Soy su hija... – No la dejó terminar la frase –.
-
¡Don Manuel no tiene hijas! – La voz se oye mas chillona, tajante
y áspera y sin mas dilación la comunicación se corta. Le había
colgado el auricular –.
La
joven tarda algunos segundos en reaccionar con el teléfono en la
mano. Por momentos comienza a sentir una gran indignación que le
recorre todo el cuerpo. Cuelga el aparato y sale disparada en busca
de su hermana, la agarra de la mano y de camino hacia el despacho de
su padre le cuenta lo ocurrido. Las dos hermanas están de acuerdo.
La secretaria se va ha enterar si su jefe tiene o no tiene hijas.
En
menos de media hora ya se encuentran ante la puerta del bufete.
Llaman al timbre, la puerta se abre y ante ellas está Bienvenida,
mujer de lineas paralelas. Las dos chicas por todo saludo le lanzan a
la cara.
-
Somos las hijas de Don Manuel Crespo. ¿Tiene o no tiene hijas?
Y
mantienen su mirada con desafío. Dándose la vuelta para marcharse
añaden: y también tiene una esposa.
Son
las diez de la noche . La familia está reunida en torno a la mesa
cenando.
Don
Manuel circunspecto y sin levantar la vista del plato anuncia:
-
Hoy he despedido a la secretaria. A partir de mañana será
sustituida por un joven pasante hijo de un colega mío.
Ja, ja, ja Tu punto de vista "femenino" (maridos y seretaria), te ha salido del interior plenamente cuando defines a la secre como "cortada por dos afilados hachazos". El marido se había olvidado de decirle que estaba casado. Un lapsus.
ResponderEliminar¡ Jajaja, cosas y casos cotidianos de la vida ! ¡ Pobre Bienvenida, le faltaba uno de los atributos más significativos de la mujer !
ResponderEliminarGracias, Mari, tus comentarios son muy chispeantes y alegran mi blog.
Besines cariñosos de
Carmen.